miércoles, 29 de junio de 2011

Carta a un sueño de amor

Hoy ha sido un día especialmente duro, y lo peor es saber que me quedan unos cuantos iguales o peores. Para no pensar, me puse a rebuscar papeles viejos, y me topé con la primera carta de amor que escribí en mi vida. Tenía 16 años, y estaba enamorada de un chico que unos meses después se convirtió en mi primer novio. Ahora, al releerla, me doy cuenta de la intensidad con que se siente todo a esa edad (y de las frases tan largas que era capaz de escribir...)




No sé como alguna vez pudo cruzar mi mente, como estrella fugaz, la idea de que me quisieras. No sé como fue. Tal vez fueron tus ojos, expresivos, dulces, dónde podía leer, como en un libro, las páginas de tu vida. Tal vez... si, tal vez... Quizás fue tu mirada, tierna, huidiza, temerosa de encontrarse con la mía. O quizás, esa estrella, ese sueño de que me amaras brilló en el momento en que, durante la eternidad de unos instantes, tu mano y la mía, como aves solitarias, se cruzaron en su vuelo, y sintieron que juntas harían mejor el camino. O, por lo menos, esos fueron mis sentimientos: yo quería que existiera un camino al que pudiéramos llamar nuestro. Pero, para ti, yo sólo soy un pájaro extraviado, al que quisiste mostrar la senda. Sin embargo, al hacerlo, me perdiste aún más en el laberinto de tu alma.

Sé que no tengo derecho a pensar así, que tú nunca me hablaste de amor, ni llegaste más allá de unas manos unidas. Pero ahora sólo veo el dolor, es lo único que me desgarra el alma. Sabes que te sigo a donde quiera que vayas, que, por encima de cualquier daño que puedas hacerme, nunca dejaré de amarte. No se cuenta entre mis defectos el orgullo, por lo que, durante mucho tiempo, he andado a tu lado recogiendo las migajas de tu cariño. Pero hoy me he dado cuenta de la frontera que existe entre el orgullo y la dignidad. ¿Cuándo deja de ser uno, para convertirse en la otra? Lo primero no tiene cabida en mí, pero lo segundo es lo que me hace ser persona, y no pienso prescindir de ese tesoro de libertad. Así que, después de haber reflexionado durante toda la noche, he decidido despedirme de este amor que siento. Siempre serás para mí algo más que un amigo, alguien al que amaré, pero sólo desde las lánguidas perspectivas de los sueños. Siempre estarás conmigo en mis sueños, y me querrás en mis sueños, y me necesitarás en mis sueños. A partir de hoy, serás sólo algo que una vez soñé y que, al despertar, se fue desfigurando hasta convertirse en un dibujo sin líneas, en una especie de niebla luminosa que se filtra en mis pensamientos cuando la tristeza me ahoga.

Aunque presumes de saber lo que siento por ti, tu alma no es capaz de adivinar, ni por un fugaz instante, todo el amor que me desborda el alma, encerrado, atado fuertemente, pero que desea salir, que desea salir y gritar ¡te quiero!... Pero es inútil. Todo es inútil, pues gritaría al vacío, al abismo existente entre nosotros. De nada sirve gritar cuando no hay nadie que te escuche. No... De nada sirve... Como de nada sirve tampoco el que derramara mis lágrimas, el que dejara caer una parte de mí misma por ti. No, no, ¡todo es tan confuso! Parece que mis ojos miran a través de un velo, que no me deja distinguir entre los sueños y la realidad. No sé lo que quieres, o, más bien, no quiero saber lo que tu corazón me dice a través de tus ojos, por miedo a que, por encima de mis dudas y mis convicciones, por encima de mis ideas y mis pensamientos, vea el vacío en ellos, sienta en mí misma, en mis propios sueños, el rechazo que tu mirada hace a mi corazón, o, mejor dicho, a lo que queda de él, pues con tus desprecios y tus palabras has logrado que mi corazón se vaya gastando, poco a poco, como roca en la que rompen las olas, y que se va convirtiendo, lentamente, en arena.

Ya me despido, pues, a veces, sobran las palabras para expresar los sentimientos, y otras, nos faltan para encontrar la manera de expresarnos, así que, hasta aquí llegan estas letras, frutos del sufrimiento, del dolor, y como no, del amor que por ti siento. No te rías de ellas, ni las leas como hojas de otoño, que vuelan sin rumbo alguno... Piensa, reflexiona sobre ellas, porque puedes encontrar, escondidas entre las esquinas de mi voz, respuestas para muchas de tus preguntas. Sólo resta decirte adiós. Y, esta vez, lo digo con lágrimas en los ojos: Adiós, adiós, amor mío.

1 comentario:

BeSugarandSpice dijo...

Es buenisimo. Eres buenas en todo lo que haces.
Besos